miércoles, 30 de septiembre de 2009

ENSEÑAR AL NIÑO A COMPARTIR


El problema es que el niño de dos años aún no sabe muy bien dónde están los límites.

Para él, desprenderse del trenecito rojo, la pelota hinchable o el oso de peluche significa perder una parte de él mismo. ¡Imposible hacerlo tan fácilmente!

Además, a los dos años, lo que no está no existe: por eso le cuesta tanto comprender que las cosas que se prestan vuelven más tarde a su dueño. Y ponerse en el lugar del otro tampoco es su punto fuerte.

¿Cómo les enseñamos a compartir con los demás?

La labor de los padres es ayudar al niño a comprender que prestar no es lo mismo que perder, que algunas cosas son suyas pero otras no, y enseñarle (poco a poco y con paciencia) a ponerse en el lugar de los demás.

Cuando aparecen otros niños en la vida de nuestro hijo (en el cole, en el parque, con sus primos…), el sentimiento de propiedad cobra todo su sentido y se refuerza.
Los sermones -«Tienes que compartir», «Debes ser generoso»- no sirven. Lo ideal es aprovechar las situaciones y transformarlas en lecciones prácticas: «Llevas mucho rato jugando con el cubo, ahora le toca a Mario, ¿no crees?».

Es bueno dejar pasar un tiempo para que sea el propio niño quien ceda su juguete al que espera. Pasado un rato nos encargaremos de que el cubo vaya de vuelta: «Ahora te toca a ti otra vez».

Ejercer la diplomacia entre dos niños que juegan les ayuda a respetarse y a conocer ciertas reglas, pero ¡ojo!: a veces hay que dejarles resolver solos sus disputas o, simplemente, aceptar su negativa a compartir: cada niño tiene sus pertenencias favoritas a las que se siente emocionalmente ligado y es lógico que las defienda con uñas y dientes.

¿Y entre hermanos? Peleas familiares

Para que no haya trifulcas entre hermanos, el primer paso es garantizar que todos tengan derechos sobre sus cosas. A veces les cuesta compartir porque no se sienten seguros de sus posesiones. Tener en casa juguetes propios (si quieren, los dejan y, si no quieren, no) y juguetes comunes (se comparten por turnos) puede evitar problemas.

Si las peleas son constantes, se puede recurrir a estrategias como asignar un color a cada niño si se trata de objetos semejantes -la pelota roja para María y la verde para Pablo- o poner una alarma que suene cuando toque intercambiar los juguetes.

6 reglas de oro para enseñar a tu hijo a ser generoso

1.- Jugar con otros niños. En la interacción con los demás, el pequeño aprende que a veces hay que ceder, y así se da cuenta de que compartir no es tan malo.
2.- Dar ejemplo. Ser generosos entre nosotros y verbalizarlo: «Un caramelo para mamá, otro para papá y otro para ti» (luego él repetirá esta escena con otros niños). Acostumbrarnos a negociar y a intercambiar en vez de imponer.
3.- Expresar lo que siente. Los sentimientos del niño a veces necesitan nuestra traducción: «Sé que estás enfadada porque Eva ha cogido tu lápiz morado, a las dos os encanta ese color, pero puedes pintar con el resto; cuando ella acabe, te lo dejará».
4.- No criticarle. Recriminarle con calificativos negativos («Eres un egoísta», «Sólo piensas en ti», «Eres un niño muy malo»...) sólo conduce a que la etiqueta y la conducta le acompañen tristemente durante años.
5.- Distinguir. Dejar claro qué cosas son de todos: el columpio, el sofá, la comida... y qué cosas tienen dueño: las suyas son suyas.
6.- Respetar sus cosas. Hay ciertas cosas que no querrá dejar a nadie y está en su derecho. Nosotros hacemos lo mismo.

Por: Violeta Alcocer, psicóloga.

Artículo sacado de la revista digital "Ser Padres"


martes, 15 de septiembre de 2009

¿POR QUÉ SE PEGAN MORDISCOS Y ARAÑAZOS EN LA GUARDERÍA?


Dicen los educadores de las escuelas infantiles que el grupo de niños de uno a dos años es uno de los más estresantes porque, aunque estén con cien ojos vigilándoles, los mordiscos se repiten a diario. Aunque la atención sea exquisita, es inevitable que se produzca el mordisco, el tirón de pelos o el arañazo. ¿Por qué se comportan así a esta edad?

Por sobreprotección

Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración.

Un niño de dieciocho meses a quien en casa le dan todo lo que quiere ipso facto piensa que siempre va a ser así. ¿Por qué tendría que ser diferente en la escuela?

Pero en clase, muchas veces otro niño está tomando el zumo que este quiere. Como no le van a dejar que se lo quite, lo más seguro es que coja una rabieta de escándalo y que, si aun así ve frustrados sus deseos, le dé un buen tirón de pelos al compañero para lograr su objetivo. Nunca le han negado nada, no conoce el significado de la palabra "no" y es muy difícil entenderlo, de repente, cuando se tienen casi dos años.

Por exceso de emoción, alegría o cariño

Muchas veces lo que acaba pareciendo una agresión no deja de ser un acto de cariño..., aunque un poco exagerado, eso sí.

A los críos les encanta tocarse, darse besos (es muy placentero poner la boca en la cara o en el cuerpo de otro niño), se ponen nerviosos y simplemente se «pasan» con los cariñitos. A esta edad aún no tienen control emocional; no son capaces de canalizar las emociones intensas, se ponen nerviosos y, ¡mordisco al canto!

Por ausencia de lenguaje oral

Los niños de estas edades aún no saben hablar y no pueden utilizar la palabra para resolver sus conflictos.

Al no dominar la comunicación verbal, sus formas de mostrar rechazo, frustración, deseo o necesidad son un tanto aparatosas. Su agresividad es, simplemente, una manera de decir qué quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver los problemas.

Por problemas con la dentición

Que acaben de salirles los dientes es motivo más que suficiente para morder, con desesperación, todo lo que tienen cerca.

Lo malo es si lo que pillan es el bracito de un compañero. También influye en este comportamiento que se les quite el chupete; les produce mucho desasosiego: el chupete es como un bálsamo para el ánimo de nuestros pequeños.

Por costumbre

¿A que es gracioso cuando un bebé de seis o siete meses nos tira del pelo? Mamás, tíos y abuelos les reímos la gracia...

"Pero..., ¿has visto qué fuerza tiene? ¡Si hasta me ha hecho daño!" Incluso agachamos nuestra cabeza para que el angelito lo tenga más fácil y acceda sin dificultad a nuestro mechón de pelo o a nuestra oreja. Pero si no vamos moldeando, poco a poco y con mucho cariño, estos comportamientos, no entenderán por qué, al llegar a los 18 meses, no solo no nos hace gracia el tirón de pelo o el mordisco, sino que encima se llevan una bronca.

Por pensamiento egocéntrico

A esta edad los niños están en un momento evolutivo conocido como el del pensamiento egocéntrico. Y ¿qué quiere decir esto? Pues, entre otras muchas cosas, que son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que lo tengas tú; no puedo comprender que tú también lo quieras. Lo quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo. Además, después tampoco pueden entender por qué llora el mordido.

Los niños de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, es que aún no saben hacerlo.

¿Cómo corregir su comportamiento?

Se entiende que estas conductas agresivas están dentro de lo normal a esta edad, pero es necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas.

La clave está en corregir estos comportamientos con constancia pero sin dureza, evitando en todo momento ofrecerles modelos agresivos: la solución no es enseñarle a que muerda al que ha sido mordido.

¿Cómo deben actuar sus cuidadores en la escuela infantil?

  • Ante un incidente de este tipo (mordisco, golpe, arañazo) lo primero es atender al niño que ha sido agredido, calmarle y ofrecerle seguridad.
  • Hay que hacerle entender al que ha provocado el altercado que lo que ha hecho no está bien, que actuando así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.
  • Hay que evitar etiquetar a los pequeños como malos, pegones o trastos. Los niños no son malos, lo que está mal es su acción y así hay que hacérselo ver. Ponerles etiquetas solo va a llevar a que se identifiquen con el papel y a reforzar ese comportamiento.
  • Si el comportamiento agresivo es muy recurrente, convendrá apartarle de la situación y retirarle un ratito, muy breve, al rincón de la tranquilidad para que se relaje y, cuando vuelva al grupo, pueda seguir la actividad con total normalidad.
  • Cuanto más claras estén las normas y los límites en el aula, antes los interiorizarán y podrán ir desarrollando progresivamente habilidades sociales alternativas a la agresión para resolver sus conflictos.

Por: Alicia Herranz, psicopedagoga.

Artículo sacado de la revista digital SER PADRES ( http://www.serpadres.es)

sábado, 12 de septiembre de 2009

SOBRE LA GRIPE A


El pasado 4 de septiembre ACADE (Asociación Española de Centros de Enseñanza Privados, a la que pertenecemos), se reunió con Directora General de Evaluación y Cooperación Territorial, Rosa Peñalver, para conocer los últimos acuerdos adoptados en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud y en la Conferencia Sectorial de Educación para prevenir la Gripe A en el medio escolar.

En dicha reunión, nos confirmaron que el día 10 de septiembre se aprobarían las guías de recomendaciones para centros educativos y se colgarían en las páginas web de los Ministerios de Sanidad y Educación.

Me es un placer comunicaros que estas recomendaciones han sido publicadas en el día de hoy en la web del Ministerio de Sanidad, tenéis un enlace en este Blog.